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«Es un hecho que las leyendas forman parte intrínseca del patrimonio de un pueblo, que cobran especial relevancia cuando se circunscribe a un ámbito más cercano a nosotros, puesto que nos ponen en contacto con lugares y personajes de otra época, pero desarrollaron sus vidas con sus luces y sombras, en callejuelas, plazoletas y esquinas que a todos nos resultan familiares, y de alguna manera los hemos asimilado como algo nuestro quedando como testigos mudos, una hornacina, una casa, una senda, un paraje, un cuadro, un hecho, etc., llenos de historia, conformando así un corpus legendario que ha dado forma, tanto a la ciudad como el carácter de sus habitantes.

La historia ha pasado por nuestra ciudad de Jaén de una manera intensa, dejando como testigo un poso, generado por la sucesión de culturas, cuyo corolario han sido restos arqueológicos, innumerables estudios, crónicas, novelas y leyendas. Estas últimas han supuesto para las gentes sencillas el compendio de todo lo anterior, que resumido en un personaje, en un hecho, o en un lugar, ha servido para entender unos acontecimientos que de alguna manera no estaban a su alcance. Únicamente con la visión popular se ha conseguido perpetuar aquello que estaba condenado a perderse entre páginas, sin más recompensa que la simple mención, ajada por la pátina del tiempo.

La tradición oral, recogida a lo largo del tiempo, muestra la fortaleza de un pueblo que se resiste a perder su identidad, cada vez más difuminada eras de una globalidad anónima.

No podemos olvidar que hemos sido punto de encuentro y crisol de culturas, dejando como huella indeleble un rastro inequívoco, ahondando más si cabe en el conocimiento de que somos una síntesis del pasado. Las leyendas se encargarán constantemente de recordárnoslo.»

(Texto recogido del libro)».